viernes, 12 de agosto de 2011

The Market Bag

The Market Bag de  Linus, una fantástica manera de transportar nuestros objetos en la bicicleta. 


Los Pitufos (Les Schtroumpfs)

Si algo esta muy presente en mi mente, es mi niñez. No necesariamente por haber carecido de problemas (familiares en su mayoría) sino por la cantidad de momentos que catalogo como mágicos. Claro que los juguetes, los juegos y los amigos fueron parte importante al crear todas esos recuerdos, pero creo que lo que mas disfrutaba, era esperar a que el reloj marcara cierta hora (ahora ya es difícil recordar) un inconfundible silbido anunciaba el inicio de uno de mis programas favoritos: Los Pitufos. La trama, tan mágica como sencilla y los personajes, algo nunca antes visto. Todos y cada uno de ellos en sí eran un gran espectáculo. Merchandising al por mayor. Loncheras (lunch box) lápices, borradores, álbum de estampas (cromos) y mil cosas mas, eran las que todos en el colegio teníamos a consecuencia de tan amado programa. Este post en si, no pretende hacer un análisis de tan interesante fenómeno televisivo, ni mucho menos hablar del talentoso dibujante de origen belga Peyo. Solo externar lo desilusionado que estuve al ver los primeros segundos de la "adaptación" cinematográfica. 

Tengo que reconocer que me emocione cuando súpe que había un trailer anunciando la tan sonada adaptación a la pantalla grande. Fueron (literalmente) 5 segundos, los que necesite para decepcionarme por completo. No es el hecho de que se desarrolle en Live Action, ni mucho menos que sea una ciudad (americana) en donde los "suspiritos azules" viven nuevas aventuras. Es la cutre y mal lograda animación de estos tan simbólicos personajes. Afortunadamente (y gracias a la tecnología) las temporadas completas de los viejos cartoons están a la venta. Solo espero poder transmitir a mis hijos los momentos tan increíbles que pase en compañía de estos duendes.



Viernes de Caras (Asia-Europa)

Siempre ha llamado mi atención los rasgos faciales. Tratar de entender la cantidad de combinaciones que pueden existir es fascinante. Pretendo encontrar (y mostrarles) las mas inusuales cada viernes. En esta ocasión una extraña (extrañísima) combinación.

jueves, 11 de agosto de 2011

Luka Space: Beyond Your Dreams


El Sueño de Sofía


Sofía tenía un sueño que todas las noches visitaba su cabeza. El espacio siempre era el mismo y los protagonistas poco variaban. El mismo cigarrillo clavado en el muro magenta, las ancianas tomadas de la mano con vestidos rosas y grandes abanicos cubriendo la mitad de sus rostros, y el viejo fonógrafo que tocaba una y otra vez Insensatez en la voz de Antonio Carlos Jobim. De vez en cuando, un leve humo grisáceo acariciaba las palabras de Sofía hasta confundirse entre sus labios malva.
-¿Soy solo espuma de un viejo mar enamorado de un acantilado? – murmuraba Sofía a un colibrí que irrumpía en la escena. Sofía bailaba intempestivamente al compás de la canción melancólica, mientras tomaba un sorbo de la copa del olvido de lo real de su naturaleza. El colibrí cambiaba el color de su cuerpo cada vez que Sofía suspiraba por aquel amor que nunca conoció pero que tan tenazmente construyó en sus sueños.
Se alcanzaba a percibir el olor de los sentimientos que los atraían tan magnética y mágicamente. Era casi tan hermoso como  observar el momento justo donde comienza un latido en el corazón de un enamorado sin consciencia.
Así transcurría el tiempo que no era tiempo en un espacio que rara vez estaba presente. Cerrar los ojos - decía Sofía – solo me hace anhelar lo que en vida efímera no tengo, sin embargo ahí siempre regreso y encuentro un colibrí que me mira atravesándome las entrañas y dispuesto a descolgar un cigarrillo al término de nuestro amor.
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En una silla rota


Empecé a las 4 años pidiendo sin cesar un sorbo de aquella bebida dorada que mi padre siempre sostenía en el tarro. Mis peticiones (como las de cualquier colega de esa desgraciada edad) eran ignoradas una y otra vez. Fue entonces cuando decidí que fijarme mi vista en algo intrascendente. Algo que no tuviera la menor importancia para el mundo y que sin embargo fuera yo el único en saber que existía. Nadie notó que me alejaba de la tertulia, así que, con disimulado paso, me fui buscando por toda la casa ese punto de materia intrascendente. Y es que cuando te pones a pensar en lo que iba a hacer, en verdad que si parece una gran locura. ¿Que no se supone que todo en este mundo es de vital importancia para todos (o al menos para algunos cuantos)? Como las risas y las bebidas no paraban de llegar a las manos de los que me negaban mi derecho de opinar, yo sentí que tenía ahora el derecho bien ganado de hacer uso de mi tiempo y no parar hasta llegar a mi meta. Cada puerta abierta de una habitación, suponía el inicio de una aventura. ¿Pero como sería eso posible? – me preguntaba una y otra vez- Tampoco es que sean tantas las habitaciones de este desgraciado departamento. Cabe aclarar que las palabras “desgraciado departamento” habían sido añadidas a mi vocabulario gracias a los sueños de un hombre y una mujer por dejar aquel suburbio y mudarse a un casa de verdad. En fin, seguí mi búsqueda revisando cada rincón de aquel pequeño hogar. Nada me había parecido importante, así que volví a mi habitación y tumbado en mi cama cerré los ojos unos instantes y al abrirlos un destello acaparo mi atención. En lo bajo de la pata de una silla rota, estaba dibujado muy sutilmente un número 3. Entonces recordé que eso era mío, que yo lo había puesto ahí en algún momento y que lo había olvidado.
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