jueves, 11 de agosto de 2011

El Sueño de Sofía


Sofía tenía un sueño que todas las noches visitaba su cabeza. El espacio siempre era el mismo y los protagonistas poco variaban. El mismo cigarrillo clavado en el muro magenta, las ancianas tomadas de la mano con vestidos rosas y grandes abanicos cubriendo la mitad de sus rostros, y el viejo fonógrafo que tocaba una y otra vez Insensatez en la voz de Antonio Carlos Jobim. De vez en cuando, un leve humo grisáceo acariciaba las palabras de Sofía hasta confundirse entre sus labios malva.
-¿Soy solo espuma de un viejo mar enamorado de un acantilado? – murmuraba Sofía a un colibrí que irrumpía en la escena. Sofía bailaba intempestivamente al compás de la canción melancólica, mientras tomaba un sorbo de la copa del olvido de lo real de su naturaleza. El colibrí cambiaba el color de su cuerpo cada vez que Sofía suspiraba por aquel amor que nunca conoció pero que tan tenazmente construyó en sus sueños.
Se alcanzaba a percibir el olor de los sentimientos que los atraían tan magnética y mágicamente. Era casi tan hermoso como  observar el momento justo donde comienza un latido en el corazón de un enamorado sin consciencia.
Así transcurría el tiempo que no era tiempo en un espacio que rara vez estaba presente. Cerrar los ojos - decía Sofía – solo me hace anhelar lo que en vida efímera no tengo, sin embargo ahí siempre regreso y encuentro un colibrí que me mira atravesándome las entrañas y dispuesto a descolgar un cigarrillo al término de nuestro amor.
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