miércoles, 24 de agosto de 2011
viernes, 12 de agosto de 2011
Los Pitufos (Les Schtroumpfs)
Si algo esta muy presente en mi mente, es mi niñez. No necesariamente por haber carecido de problemas (familiares en su mayoría) sino por la cantidad de momentos que catalogo como mágicos. Claro que los juguetes, los juegos y los amigos fueron parte importante al crear todas esos recuerdos, pero creo que lo que mas disfrutaba, era esperar a que el reloj marcara cierta hora (ahora ya es difícil recordar) un inconfundible silbido anunciaba el inicio de uno de mis programas favoritos: Los Pitufos. La trama, tan mágica como sencilla y los personajes, algo nunca antes visto. Todos y cada uno de ellos en sí eran un gran espectáculo. Merchandising al por mayor. Loncheras (lunch box) lápices, borradores, álbum de estampas (cromos) y mil cosas mas, eran las que todos en el colegio teníamos a consecuencia de tan amado programa. Este post en si, no pretende hacer un análisis de tan interesante fenómeno televisivo, ni mucho menos hablar del talentoso dibujante de origen belga Peyo. Solo externar lo desilusionado que estuve al ver los primeros segundos de la "adaptación" cinematográfica.
Tengo que reconocer que me emocione cuando súpe que había un trailer anunciando la tan sonada adaptación a la pantalla grande. Fueron (literalmente) 5 segundos, los que necesite para decepcionarme por completo. No es el hecho de que se desarrolle en Live Action, ni mucho menos que sea una ciudad (americana) en donde los "suspiritos azules" viven nuevas aventuras. Es la cutre y mal lograda animación de estos tan simbólicos personajes. Afortunadamente (y gracias a la tecnología) las temporadas completas de los viejos cartoons están a la venta. Solo espero poder transmitir a mis hijos los momentos tan increíbles que pase en compañía de estos duendes.
Viernes de Caras (Asia-Europa)
Siempre ha llamado mi atención los rasgos faciales. Tratar de entender la cantidad de combinaciones que pueden existir es fascinante. Pretendo encontrar (y mostrarles) las mas inusuales cada viernes. En esta ocasión una extraña (extrañísima) combinación.
jueves, 11 de agosto de 2011
El Sueño de Sofía
Sofía tenía un sueño que todas las noches visitaba su cabeza. El espacio siempre era el mismo y los protagonistas poco variaban. El mismo cigarrillo clavado en el muro magenta, las ancianas tomadas de la mano con vestidos rosas y grandes abanicos cubriendo la mitad de sus rostros, y el viejo fonógrafo que tocaba una y otra vez Insensatez en la voz de Antonio Carlos Jobim. De vez en cuando, un leve humo grisáceo acariciaba las palabras de Sofía hasta confundirse entre sus labios malva.
-¿Soy solo espuma de un viejo mar enamorado de un acantilado? – murmuraba Sofía a un colibrí que irrumpía en la escena. Sofía bailaba intempestivamente al compás de la canción melancólica, mientras tomaba un sorbo de la copa del olvido de lo real de su naturaleza. El colibrí cambiaba el color de su cuerpo cada vez que Sofía suspiraba por aquel amor que nunca conoció pero que tan tenazmente construyó en sus sueños.
Se alcanzaba a percibir el olor de los sentimientos que los atraían tan magnética y mágicamente. Era casi tan hermoso como observar el momento justo donde comienza un latido en el corazón de un enamorado sin consciencia.
Así transcurría el tiempo que no era tiempo en un espacio que rara vez estaba presente. Cerrar los ojos - decía Sofía – solo me hace anhelar lo que en vida efímera no tengo, sin embargo ahí siempre regreso y encuentro un colibrí que me mira atravesándome las entrañas y dispuesto a descolgar un cigarrillo al término de nuestro amor.
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En una silla rota
Empecé a las 4 años pidiendo sin cesar un sorbo de aquella bebida dorada que mi padre siempre sostenía en el tarro. Mis peticiones (como las de cualquier colega de esa desgraciada edad) eran ignoradas una y otra vez. Fue entonces cuando decidí que fijarme mi vista en algo intrascendente. Algo que no tuviera la menor importancia para el mundo y que sin embargo fuera yo el único en saber que existía. Nadie notó que me alejaba de la tertulia, así que, con disimulado paso, me fui buscando por toda la casa ese punto de materia intrascendente. Y es que cuando te pones a pensar en lo que iba a hacer, en verdad que si parece una gran locura. ¿Que no se supone que todo en este mundo es de vital importancia para todos (o al menos para algunos cuantos)? Como las risas y las bebidas no paraban de llegar a las manos de los que me negaban mi derecho de opinar, yo sentí que tenía ahora el derecho bien ganado de hacer uso de mi tiempo y no parar hasta llegar a mi meta. Cada puerta abierta de una habitación, suponía el inicio de una aventura. ¿Pero como sería eso posible? – me preguntaba una y otra vez- Tampoco es que sean tantas las habitaciones de este desgraciado departamento. Cabe aclarar que las palabras “desgraciado departamento” habían sido añadidas a mi vocabulario gracias a los sueños de un hombre y una mujer por dejar aquel suburbio y mudarse a un casa de verdad. En fin, seguí mi búsqueda revisando cada rincón de aquel pequeño hogar. Nada me había parecido importante, así que volví a mi habitación y tumbado en mi cama cerré los ojos unos instantes y al abrirlos un destello acaparo mi atención. En lo bajo de la pata de una silla rota, estaba dibujado muy sutilmente un número 3. Entonces recordé que eso era mío, que yo lo había puesto ahí en algún momento y que lo había olvidado.
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Soy Capaz
Ya miro la seca hierba que envuelve tus memorias
Y aun ahí pregunto si vuelves a andar tan sola
No replico nada en mis andanzas por la estrecha vereda
Donde animosos un dia nos vimos sin candela
Y aun ahí pregunto si vuelves a andar tan sola
No replico nada en mis andanzas por la estrecha vereda
Donde animosos un dia nos vimos sin candela
Vago errante y plagado de fastasmas viejos
Que me dicen que el ahora es solo un saco abierto
Que recibe de mis ojos soledad y aciertos
De un rostro que ha mudado de facciones muerto
Dejame entonces ser libre y arraigarme a los fundamentos del cielo
Y cobijar mis blandos párpados con la espuma de los sueños
Que me dicen que el ahora es solo un saco abierto
Que recibe de mis ojos soledad y aciertos
De un rostro que ha mudado de facciones muerto
Dejame entonces ser libre y arraigarme a los fundamentos del cielo
Y cobijar mis blandos párpados con la espuma de los sueños
Soy viento, soy luna, soy sangre ardiente derritiendose
Soy capaz de visitarme cientos de veces en el sueño lúcido
Y aún ahí saber que no soy nada sin el todo
Soy capaz de visitarme cientos de veces en el sueño lúcido
Y aún ahí saber que no soy nada sin el todo
Dejame reposar tranquilo en tus manos
Dejame reposar
Dejame reposar
A.L. Ritter All Rights Reserved
Miraré
Mírame ahora y no te escondas vida mía.
Mírame mas que el mundo mira la espléndida luna.
Mírame ahora, porque si no lo haces me tendré que marchitar y así marchito me desterraré al inframundo de lo eterno.
Desde ahí no podre librarme de tus besos ni de los cuidados que a mis vuelos tu le has dado.
Entonces desearé estar hundido en tu melena y aspirar el perfume de mil libélulas.
Lloraré y lloraré templado y cobijado entre las vigas de tu recuerdo, porque al llegar a algún puerto, decidiré embarcar.
Iré perplejo y solitario, pero recitaré un beso o dos o tres, porque los versos se me hacen incompletos, faltos y ambigüos.
Soy tuyo y nunca en verdad fuí de nadie mas, porque nadie mas vió lo que tu alma ha visto, ni palpó lo que tu pecho listo siempre admiró.
Ahí sentado en la vela mas potente, pelearé con el viento y le gritaré sin dientes, que eres tu a quien me debe regresar, porque soy yo quien te reclamo en sueños y yo soy quien no cesa de anhelarte.
Por tanto entonces miraré y miraré sin rumbo, no sea que quizás te encuentre entre lo diáfano y lo postrero.
Ahí amada mía te amaré y después de todo, miraré.
Mírame mas que el mundo mira la espléndida luna.
Mírame ahora, porque si no lo haces me tendré que marchitar y así marchito me desterraré al inframundo de lo eterno.
Desde ahí no podre librarme de tus besos ni de los cuidados que a mis vuelos tu le has dado.
Entonces desearé estar hundido en tu melena y aspirar el perfume de mil libélulas.
Lloraré y lloraré templado y cobijado entre las vigas de tu recuerdo, porque al llegar a algún puerto, decidiré embarcar.
Iré perplejo y solitario, pero recitaré un beso o dos o tres, porque los versos se me hacen incompletos, faltos y ambigüos.
Soy tuyo y nunca en verdad fuí de nadie mas, porque nadie mas vió lo que tu alma ha visto, ni palpó lo que tu pecho listo siempre admiró.
Ahí sentado en la vela mas potente, pelearé con el viento y le gritaré sin dientes, que eres tu a quien me debe regresar, porque soy yo quien te reclamo en sueños y yo soy quien no cesa de anhelarte.
Por tanto entonces miraré y miraré sin rumbo, no sea que quizás te encuentre entre lo diáfano y lo postrero.
Ahí amada mía te amaré y después de todo, miraré.
A.L. Ritter All Rights Reserved
Una blanquísima monarca
Cierto día de cierta semana, de cierto mes y de cierto año. Una princesa vagaba por los jardines de un castillo majestuoso. Aquel castillo tenía grandes habitaciones, hermosas baldosas que formaban increíbles dibujos en los pisos y un ejercito de sirvientes que atendían día y noche a sus habitantes. Sin embargo esta gran construcción tenía una particularidad; todo era blanco. Las paredes, los muebles, los jardines y hasta las mismas personas que ahí vivían estaban pintadas de blanco; todos menos la princesa Allegra.
A ella le gustaba pasear por los largos pasillos. Le gustaba disfrutar de todos los manjares que eran preparados por los cocineros reales y reía a carcajadas cuando convivía con las pequeñas mascotas que tenían. Todo ello disfrutaba, hasta que por alguna razón u otra se encontraba frente a frente en el espejo. Al ver su imagen reflejada y llena de colores diversos, su mirada decaía, sus hombros se volvían timidos y su cabeza caía inevitablemente como si la gravedad reclamara impaciente algo que le apetecía tener en ese momento. La princesa rápidamente se volvía y se marchaba triste a su aposento. Nadie en la corte entendía su comportamiento.
En una de tantas ocasiones, se apareció una pequeñísima libélula y se posó en uno de los bebederos reales. El pequeño bicho llamó inmediatamente la atención de la princesa y solo de ella, quién al instante le preguntó: – ¿Qué es aquello que hace que no decaigas y entristezcas cada vez que miras tu reflejo? Dímelo ahora y todo el reino te servirá a perpetuidad y de buena gana – La libélula perpleja contestó a la princesa – Mi reflejo en nada acierta con mi esencia, soy quien soy y vivo eterna. Por tanto nada hará que yo entristezca – La princesa al instante furiosa increpó a la libélula – ¿Quién te crees tú que eres para hablar así a Su Alteza, si yo te he preguntado no ha sido por vergüenza, sino mas bien por temor de guardar las apariencias. Hace mucho tiempo he decidido que el orden que impera en este reino no tendrá jamás dolencias, así que sal ahora de mi vista y vuela alto, antes que yo pierda la paciencia – La libélula antes de marcharse tuvo una última pregunta y así la hizo a la maceba -Señora mía, no se enoje con esta pequeñeza. Yo nada soy y nunca he realizado una proeza, pero he notado que si bien soy pequeñuela, nada impide que yo brille mas que Allegra, pues mi cuerpo, no es acto alguno de mi inteligencia. A unos dan a otros complementan, pero si algo sé es que nadie debe renegar de su presencia – Siendo este el último discurso de aquella criatura que volaba, la princesa dijo algo sin temer las consecuencias -Mira ahora y aprende de mis palabras y mis actos. ¿Ves aquella fuente que se alza por enmedio de la huerta? Ahí mismo ante tu ojos me bañaré y seré como cualquiera que habita delimitada por las rejas. Al salir seré blanca como todo y nunca mas derramaré una lágrima –
Y así lo hizo, y todo cuanto dijo se cumplió. Ahora, todo en aquel reino era enteramente de un solo y único color.
La libélula cerró los ojos y emprendió el vuelo a lontananza, mientras a su espalda se ecuchaba la risa larga de una gran y blanquísima monarca.
Fin
A.L. Ritter. All Rights Reserved
Soy
Si yo revelo mi identidad,
¿A quién se la revelo?
¿A quién se la revelo?
A este mundo implacable e ilusorio? O al llanto de mis ojos al crear?
Si yo revelo la fuente de mi
vuelo, entonces parto fulminado a las estrellas y me escondo.
vuelo, entonces parto fulminado a las estrellas y me escondo.
Si yo revelo mis astucias me embriago tanto que aletargo mi cansado llanto y después descanso libremente al sentirme liberado.
Ya soy yo quien vivo ahora y quisiera vivir mil años repitiendo ese momento.
Pues no me canso de mirarlo aún cuando el ocaso me envenene.
Soy materia tripartita y parto inerte sin cabeza.
Soy espuma fulgurante de un caudal que nunca olvida.
Solo Soy
Lloro profundamente al recordar la brisa del mar que me golpeaba la piel atormentada.
Deteniéndome muy frágil, está la silla que me arrulla idolatrada,
por las mas de siete copas que rompí siendo nada y clavado en una estaca.
Deteniéndome muy frágil, está la silla que me arrulla idolatrada,
por las mas de siete copas que rompí siendo nada y clavado en una estaca.
Doy la vuelta deseoso de encontrar tu rostro iluminado, recorrer iluso tu preciada alma que tan lejos hoy la siento. ¿Quién soy yo para que toques y transformes hoy mi cuerpo?
Solo soy aquel que soy.
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